Poema colectivo II

Una vez más, jugamos al cadáver exquisito y escribimos este poema a partir de textos que elegimos.

La ciudad organiza
metálico suspiro.
Una mujer desnuda
y en lo oscuro
genera un resplandor que da confianza.
Amor, ya no vuelves a mis ojos muertos
y mi idealista corazón te llora.

Hasta que se me fue
no he descubierto todo lo que la quise.
Cubierto de males, bandeado de apremio,
te evoco desde este lejano país.
Tengo dos o tres cosas, unas son más dañinas,
otras luminosas.
Qué hermoso era saber que estabas ahí
como un remanso.
A veces, el otro es lo mejor que a uno le puede suceder.
Para comerse un hombre en el Perú
hay que sacarle antes las espinas.
Una palabra entonces,
una sonrisa basta, 
y estoy alegre de que no sea cierto.
Acostumbro desde hace tiempo a no preguntar demasiado.
A veces el otro, está sencillamente ahí.
El sol amarillo fue a esconderse al mar.
La muy tonta se puso a gritar,
de gozo, de felicidad, según dijo,
y por supuesto, lo echó todo a perder.
Contigo en el desierto, contigo en la sed, contigo en el bosque de tamarindos.
Ven a sentarte conmigo, Lidia, a la orilla del río.
A veces el otro es la aventura más emocionante.
Era, para mí, la vida entera
como un sol de primavera, mi esperanza
y mi pasión.
Voy a contarte todo, espera que recuerde.

Escribimos:  Fanny Maciel, Tatiana Fabián, Nair Solohaga, Karen Peñaranda, Lidia Ramos, Ramiro Botto, Liz Cáceres, Mariana Morato, Daniela Azulay, Valeria García.

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